Ready Player One de Ernest Cline es un libro ok. Entretenido. No más. Nada de malo en aquello eso sí. Obedece a una estructura clásica y que bebe tanto de la cultura pop, que en una primera instancia resultaba raro que un hombre como Spielberg tomara el proyecto y lo adaptara. En especial porque su naturaleza de producto lleno de referencias era carne fácil para realizadores más jóvenes. Más aún en una posición de “fanáticos” que podría haber terminado como una de las decenas de pelícus de corte juvenil que se estrenan cada año.
Spielberg por otro lado, desde -quizá- War Horse, ha estado abrazando con más cariño su faceta como director “serio” y experimentos como la torpe The BFG, solo hacen mella en los recuerdos de quén fuera articulante de una de las eras más doradas para el blockbuster nortemericano. Don Steven ya no necesitaba reventar la taquilla con películas familiares. Eso hoy es dominio de los supers, de los universos cohesionados o de las cintas de animación, por eso, pensar en el director de Jurassic Park, para adaptar RPO como comentaba, se veía raro.
Pero pasó. Y el resultado me deja con un saboe de dulce y de agraz. De partida porque es imposible que Spielberg ruede algo malo. El tipo no por nada fue apodado el Rey Mydas del cine. Pero la adaptación del libro de Ernest Cline cuenta con elementos tan sobresalientes y otros tan mediocres, que es difícil preguntarse en qué punto queda más pesada la balanza, y eso duele, porque uno nunca sabe cuál será la última peli de este hombre. Pero como siempre. Vamos por parte.
En Ready Player One estamos frente a un futuro en el que la pobreza y las oportunidades de un sector importante de la población son mínimas. Por lo que la última ventana de escape de esta realidad es OASIS, un inmenso mundo virtual creado por James Halliday (Mark Rylance) genio de la computación y amante de la cultura pop, que dotó a este mundo virtual de tantas referencias a los ochenta, noventas y productos pop que haría palidecer a Stranger Things.
En este mundo, el joven Wade Watts, conocido como Parzival (e interpretado por Tye Sheridan) es un chico que vive en un sector pobre, pero que en OASIS, tiene la fortuna de encontrar el primero de los tres easter eggs que Halliday deja escondido tras su muerte y que al completar la búsqueda, te dará el control absoluto de Oasis. Acompañado de Art3mis (jugadora misteriosa y revolucionaria) y un grupo de amigos, comienzan la busqueda de todos los secretos dejados por el creador.
Así, Ready PLayer One es una clásica fábula del noble caballero que debe enfrentar la adversidad, reflejada en el corporativismo de Nolan Sorrento (Ben Mendelsohn), CEO de Innovative Online Industries (AKA IOI) y que busca quedarse con el control de OASIS para llenarla de publicidad. Porque es malo. Porque no le interesan los jugadores. Porque quiere dinero.
Spielberg entonces usando como referente en gran parte, su misma obra, sus derivados y la de sus contemporaneos, logra crear una historia que gracias a una integración natural de estos elementos como parte del paisaje, da foco a la aventura virtual que también tiene ramificaciones en “la vida real” y que genera -en mi- la primera piedra de tope.
Resulta que toda la aventura que sucede fuera de OASIS se vuelve realmente poco interesante. Nada se toma con la urgencia o la importancia que realmente necesita y al final, todo depende tanto de lo que está dentro del mundo virtual (a un nivel de guion) que las dinámicas, motivaciones, y sinergia entre los chicos solo agarran vuelo cerca del tercio final cuando curiosamente, los protagonistas se vuelven el típico grupo de jovenes de esta clase de aventura.
Es que ese es el problema de Ready Player One, está tan consciente de su público, adultos de más de 28 años que hoy han decidido no crecer del todo y elevan como casi una religión todo el consumo de cultura pop de su infancia, que perdonan (perdonamos) las costuras de una historia que pese a ser del “maestro” Spielberg, por momentos luce en extremo genérica.
Y eso que tiene todos los elementos de la casa. Amistades, malos muy malos, secundarios graciosos, caminos que escoger, secretos y aventura. Pero no basta. No para la marca del hombre que estamos usando.
Fuera de OASIS, por momentos todos los personajes son burdos. Caricaturescos, carecen de pozo dramático (aún cuando hay motivaciones bastante interesantes o suceden cosas que son bastante más violentas de como son retratadas finalmente) y es solo cuando estamos en OASIS y nos reímos, y entendemos las referencias, y la aventura domina la pantalla, es que nos sentimos frente a una película de Steven Spielberg.
El director en ese sentido, logra dar con la tecla justa al integrar las referencias de la cultura pop como decía, en una forma que se entienden como parte del paisaje, y bajo la verdadera lógica de un videojuego. Punto para esa artista. Ready Player One REALMENTE, entiende el mundo de los videojuegos y se nota que hay un trabajo detrás de esas dinámicas.
Con eso dicho, es curioso pensar que Spielberg no toma el camino de lo que podría haber sido fácilmente una película que criticara la alienación de una sociedad abocada a su placer más inmediato relegando la existencia real a solo un trámite. No tiñe esa discusión con moralina. Acá OASIS es un buen lugar. Un lugar en donde los sueños “se hacen realidad” y no importa si no tienes para comer, porque si tienes para poder jugar está todo bien. Parte fundamental de una sociedad que se conformó con la mediocridad.
Y a pesar de que hay elementos distópicos, como campos de concentración para jugadores que juegan para pagar sus deudas, ese elemento queda muy relegado al segundo plano porque acá importa la aventura. Y ahí me queda al debe la peli, porque es un área muy jugosa que podría tocar de forma mucho más directa sin caer en lo grave, como ya hizo por ejemplo en Inteligencia Artificial.
Es ese tono tan naive y que desprovee de cualquier sofisticación al mensaje, pero al mismo tiempo lo abraza como cine familiar, que hace que Ready Player One sea un arma de doble filo.
Porque lejos de trascender en la filmografía del norteamericano, la adaptación del libro de Cline (que adapta el mismo el guion junto a Zak Penn) tiene momentos verdaderamente geniales. Sin entrar en spoilers, hay todo un tercio que demuestra la MAESTRÍA del director que enseña porqué Spielberg es un crack. Un genio. Pero en otro aspectos, no podía dejar de pensar la cantidad de product placement que una obra de este tipo contiene, con referencias directas a productos que están lejos de ser clásicos de culto, sino más bien franquicias activas como Overwatch, Halo, o Minecraft y que nuevamente me demuestra que potencia un discurso con una mano, mientras que con la otra borra con el codo lo escrito.
Y es entonces cuando nuevamente me encuentro frente a la balanza y pienso en el espíritu de Ready Player One. Una historia sobre un hombre que armó en base a la experiencia de su vida, de la cultura pop como elementos definitorios de una personalidad, todo un mundo para compartir con millones de jugadores. Pero también vio un negocio multimillonario.
Creo que Spielberg ha hecho eso mismo. Y realmente no sé como reaccionar frente a eso.
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