NEXO Cinema Presenta: Midori, la Niña de la Camelias (1992)
La crueldad lejos de ser un vicio es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza.
Marqués de Sade.
Midori la niña de las Camelias, es una obra atípica donde las haya. No estoy descubriendo la pólvora al mencionarlo, pero me hace musho ruido pensando en la fecha de su estreno (1992) una época en dónde la animación japonesa ya contaba con un largo trecho recorrido y gozaba con obras de indesmentible calidad. Y es por eso que es tan bacán.
Dirigida Hiroshi Harada, Midori se basa en el manga original de Suehiro Maruo, publicado en 1984. Una obra de por sí, ya llena de gore, sexo e impacto visual.


No es de extrañar en todo caso. Maruo es un especialista en abordar esta arista impactante del arte japo. Para más referencias, es cosa de revisar otras de sus obras como Gichi Gichi Kid, o Barairo No Kaibuts (El Monstruo de color Rosa, una recopilación de historias cortas francamente, innecesarias) y en comparación, Midori es bastante más suave que otras de sus creaciones.

Maruo, además, en Midori adapta una popular historia japo del kamishibai de los años 20’s. El Kamishibai, era una forma usada por los monjes budistas en donde por medio de pergaminos ilustrados, se contaban historias, en algo así, como el sistema de los cuentacuentos ambulantes. Lo que explica varias cosas en la lógica de su narración que entraremos a detallar.

La adaptación de Harada, es una adaptación rara. Desde su animación de planos cuasi estáticos, hasta su narración algo confusa o su efectismo visual que le han ganado la fama de cinta de culto.
Ahora, esta rareza, no es antojadiza. Midori, se estrenó en 1992 pero tuvo trabajo de producción que demoró más de 5 años dado que nadie quería recibir en una primera instancia la película (por razones obvias) además, de ser literalmente, un trabajo artesanal.
Shôjo tsubaki: Chika gentô gekiga como es su nombre en japo, tuvo más de 5.000 planos y al igual que la mayoría de sus fotogramas, fueron realizados por su mismo director quién contaba con escasos recursos al momento de realizar la cinta.

Su sinopsis es bastante sencilla. Midori, una niña de 11 años, vende camelias para sobrevivir junto a su madre enferma. Un día, de vuelta a casa, encuentra a su progenitora devorada por las ratas (spoiler) momento en el que pasa por azares (o no tanto) del destino, a formar parte de un disfuncional familia, conformada por un circo ambulante de “freaks” en el que encontrará una amalgama de amor, odio y principalmente, perversión.
Midori es una obra que de forma bastante explícita, toca el tema de la pederastia, la violencia y lo alienante de la vida de aquellos que son miserables.
Rodeada de sexo, sumisión, y dominación, es como vamos descubriendo el oscuro mundo de los personajes del circo, en quienes Midori, encuentra una suerte de familia infecta.



Algo que queda muy patente en su discurso. La película nos enseña en una metáfora para nada sofisticada, que la niña es la representación de la pureza y un ente salvador para las perdidas almas de un grupo de seres condenados al rechazo, el aislamiento y la marginación social.
Midori así entonces, es un personaje marcado por la tragedia que encuentra apoyo en el amor que profesa de forma enfermiza, Masamitsu, un enano ilusionista que parece ser lo único que le queda a la pobre, perdida y bastante dañada de Midori.
Masamitsu por otro lado, no se queda corto, el enano, es representante de una especie de perversión justificada en códigos amorales sobre lo que es el amor.
¿Es realmente condenable que Masamitsu se haya enamorado de Midori?
Considerando que el enano es parte de un círculo desdichado y abyecto, me pregunto si no es normal que en la virginal figura de Midori encuentre un poco de salvación.
Y para la niña, inmersa en un espiral de miseria e insanidad, ver en Masamitsu una figura paterna/amorosa, no es del todo, descabellado. Por supuesto, esto no quita que todo esto sea más enfermo que la chucha.


Hay que sumar a todo esto una narración interrumpida en momentos por elementos contextualizadores que hacen a la historia, extrañamente más digerible, aunque claramente, no es para todos, tampoco es algo criptíca e indescifrable, si no más bien, una obra efectista visualmente y poco refinada en sus metáforas.
En La niña de las Camelias, estamos frente a una obra completamente de autor, que explora de forma provocativa y sin miramientos los lados más oscuros del ser humano, no sin antes, dejar en claro, que esto, no es algo ajeno, es simplemente parte de nuestra naturaleza.
Finalmente, solo me queda pensar en lo desdichado y funesto que es el mundo de los personajes de Harada. Un universo maldito, violento, cruel y en donde todo lo malo, siempre sale peor. Midori es una especie de obra cínica, que de forma casi satírica, nos hace creer que incluso para los más perdidos, puede haber una razón de existir. Aunque no sea por mucho tiempo.
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